Biomasa para la producción de energía

Fuente: Dr. Osvaldo Canziani 
Buenos Aires, 27 Junio de 2002

Las acciones humanas sobre los distintos escenarios planetarios están conduciendo hacia un cambio ambiental global. En este contexto, las variaciones del clima, observadas principalmente en las últimas décadas, han llevado a la comprobación de un calentamiento terrestre sin precedentes en la historia de la humanidad, tal y como lo ha evaluado el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático – IPCC. Esto significa que, al efecto invernadero natural, se ha sumado un efecto invernadero adicional, debido a gases generados por la actividad humana. De entre los varios gases de este tipo, denominados “gases de efecto invernadero”, el dióxido de carbono desempeña un papel importante, ya que aproximadamente el 51 % del calentamiento por acción antropogénica corresponde a esas emisiones. Como es sabido, este gas se origina en la quema de combustibles fósiles – fundamentalmente carbón, petróleo y sus derivados y gas natural – y, también por la combustión de productos orgánicos, como la biomasa vegetal.

Siendo por demás evidente que la creciente población del mundo planteará nuevos requerimientos energéticos, la mitigación de esas emisiones constituye un objetivo fundamental, claramente establecido en el Protocolo de Kyoto, mediante el cual la Comunidad Internacional plantea la urgente necesidad de reducciones importantes de esas emisiones. Por ello, el protocolo define como objetivo su reducción en concentración equivalente de dióxido de carbono hasta alcanzar el 5 % por debajo de la correspondiente al año 1990, en el periodo de compromiso, comprendido entre los años 2008 y 2012.

En consecuencia, para satisfacer tanto la mayor demanda prevista de energía y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero se hace necesario adoptar medidas y prácticas que aseguren, como lo requiere la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que las concentraciones de estos gases se estabilicen en niveles que no modifiquen al sistema climático y permitan que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurando que la producción de alimentos no se vea amenazada y se permita que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible

De acuerdo con las evaluaciones periódicas que desarrolla el IPCC, que comprueban la existencias de impactos, generalmente adversos, del calentamiento global y sus implicaciones regionales, junto a la necesidad de proceder a la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, surge la necesidad de desarrollar medidas de adaptación que permitan reducir la vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos frente al calentamiento terrestre, reducir los impactos y, en los casos posibles, sacar provecho de los efectos beneficiosos del calentamiento.

Puesto que los procesos de mitigación y adaptación son complementarios, las medidas de reducción de las emisiones pasan, también, por el uso de energías no contaminantes, como la energía hidráulica, solar, eólica, de mareas, etc., e, indudablemente, por la adopción de medidas que permitan un mayor rendimiento y una utilización más efectiva, de las formas de generación de energía convencionales. En este contexto, existe una forma de producción de energía ancestral que, desde los habitantes primitivos al hombre actual, ha dado luz, calor y energía para el desarrollo. Se trata de la quema de leña y residuos orgánicos.

Al respecto, resulta oportuno que recordemos que, en la actualidad, el uso de biomasa (material de origen vegetal) genera el 15 % de la energía mundial utilizada en países desarrollados y que, en los países en desarrollo, la biomasa permite la generación del 38 % de la energía utilizada. Sin embargo, la mayor proporción de esta biomasa es utilizada de manera ineficiente, particularmente en los países en desarrollo.

Habida cuenta que, si se produce biomasa de manera sustentable, su producción y uso no genera un aumento del dióxido de carbono en la atmósfera, simplemente porque el dióxido liberado en la combustión es compensado por los procesos de fotosíntesis que se producen en los plantares con los que se producen leña y residuos para la combustión. De allí que los escenarios energéticos del IPCC consideren al uso de la biomasa como elemento de importancia en las acciones orientadas a mitigar las emisiones de dióxido de carbono.

Consecuentemente, tal y como se ha mencionado, la mitigación necesaria depende del uso más eficiente de la biomasa. En este contexto, el PNUMA ha desarrollado la información suficiente sobre la biomasa como fuente de energía renovable, proveyendo detalles relativos a su uso directo y a la generación de combustibles orgánicos, gaseosos y líquidos y de electricidad, para ser utilizados en el hogar, el transporte y la industria.

En cuanto al uso directo, su uso más eficiente también ha sido considerado, de manera que la disponibilidad de quemadores de biomasa y otros desechos que aprovechen más eficientemente la energía provista por la naturaleza, contribuirá a la urgentemente necesaria mitigación y al mayor rendimiento de esta fuente de energía.

El Dr. Canziani es co-presidente de Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático – IPCC de las Naciones Unidas, y siempre ha alentado las investigaciones y desarrollos realizados.

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