Innovación Tecnológica de Energías Alternativas

La novedad de las estufas secuenciales: gastan tres veces menos para generar el mismo calor.

Si el precio de las garrafas sextuplica el de 2001 y además no se consiguen por ningún lado, la mejor opción para el campo puede ser el más viejo, olvidado y barato de los combustibles, y uno que el productor rural casi siempre tiene a mano: la leña.

Haciendo de la crisis una oportunidad, la firma Ñuke, aprovechó la creciente falta de gas de red y licuado para vender 1.500 aparatos de alta eficiencia térmica entre 2006 y 2007. Estos sistemas generan tres veces más calor que una salamandra con la misma cantidad de combustible, pero además sirven -según el modelo- de horno y cocina, calientan un termotanque para cuatro personas, y en algunos casos, hasta vienen con un «calefón solar» a prueba de granizo para ahorrar leña en las estaciones cálidas. Hoy esta firma está desarrollando también una estufa a biodiésel y una turbina eólica barata para generar electricidad o bombear agua.

Ñuke se fundó en 2005, apoyada sobre tres puntales: el conocimiento en «dendroenergía» (combustión de la madera, en castellano) de Francisco Borrazás, que tiene cinco patentes a su nombre, más la baquía en márketing de Jorge Dartiguelongue y mucho trabajo de mejora en el Centro de Energía del INTI, dirigido por el Ing. Mario Ogara y fogoneado por el técnico químico Alberto Nanami.

Por ahora, éste es el único equipo del país dedicado a soluciones integrales de energía alternativa para población rural dispersa y planes de vivienda urbanos. Y su siguiente «target» es el campo.

Borrazás lleva tres décadas diseñando sistemas de combustión de la madera. Es casi lo único de lo que habla. Sus primeras estufas comerciales, en los ’80, estaban dotadas de circulación forzada de gases mediante ventilación eléctrica y materiales aeroespaciales como la vitrocerámica. Durante los ’90, el trabajo conjunto Borrazás-INTI permitió conservar la eficiencia térmica de aquellos monstruos, aunque simplificó los diseños y la fabricación, y permitió el uso de materiales «menos marcianos», como el acero SAE 1010 y el ladrillo refractario.
Las estufas bajaron a una décima parte de su precio anterior, de modo que cuando se fundó Ñuke, debutó ubicando 500 sistemas en diversos enclaves patagónicos, con pedidos motorizados por gobiernos provinciales para población dispersa de bajos recursos.

Pero este año los que aparecen con fuerza son los compradores particulares. Es que los aparatos ya están en muchos supermercados de materiales, aunque los vendedores a veces los confunden con salamandras comunes. Y lo hacen porque por afuera son algo parecidos, pero también porque por dentro resultan conceptualmente demasiado novedosos.

Las estufas «secuenciales» generan tanto calor con tan poca leña gracias a una doble combustión, cuya segunda etapa tiene una temperatura muy alta, en la que el combustible se gasifica y oxida casi totalmente. Así, lo que brota por la chimenea -una vez que el aparato entró en «temperatura de régimen»- es prácticamente dióxido de carbono y vapor de agua; una emisión sin color, transparente y extrañamente limpia. Por ello, los primeros beneficiarios -ya que no clientes- de las Ñuke fueron pobladores chubutenses carenciados, cuyos hogares les causaban problemas crónicos de respiración, por exceso de humo intradomiciliario.

Para los sistemas secuenciales, la leña es sólo una materia prima para generar humo, cosa que ocurre en una primer cámara de combustión a baja temperatura, unos 450° C. Lo que sucede luego es el insuflado turbulento de aire atmosférico precalentado para darle al humo un quemado secundario en una segunda cámara. Allí se llega a los casi 800° C y se oxidan los hollines, e incluso la mayor parte del monóxido de carbono.

Según el INTI, la pureza de emisiones por chimenea de las Ñuke es inferior a la impuesta por las normas CANSAC canadienses de medio ambiente para sistemas de dendroenergía, que son draconianas. «La idea se le ocurrió a los europeos del norte -admite Borrazás-, pero para hacer esto a precios criollos y con igual o mejor calidad, el diablo está en los detalles».

Al «destripar» una Ñuke aparece una anatomía extraña, con esa segunda cámara de combustión encima de la primera, y las cañerías que le insuflan aire precalentado. Lo interesante es que la única fuente de energía para aspirar y precalentar aire viene de la leña misma. La segunda cámara tiene una turbulencia, temperatura y velocidad de gases extremas, y baja presión interna.
Los modelos con más potencia y chiches, que traen horno, hornalla y termotanque, son hasta siete veces más caros que una salamandra. Pero todos gastan tres veces menos para generar el mismo calor, tienen la mejor tasa calorías/pesos y la chimenea resulta de impacto «casi cero».
Dartiguelongue reconoce un éxito más basado en el «boca a boca» que en la publicidad y lo atribuye a la crisis actual del gas.

El campo argentino produce leña a patadas y sin mayor destino, pero se queja de la falta de gas de red, o del precio demencial de la garrafa, o de ambas cosas. Es lo que se dice morirse de sed al lado del agua.

Clarín Rural: Sábado 1ro Diciembre 2007
Eduardo Berdichevsky. Especial para Clarín

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